Fuimos a patear Cambados –e a darlle ao albariño, que para iso se vai– ya que aunque sueles ir muchas veces de fiesta, nunca llegas a ver lo que merece la pena. Como por ejemplo el Pazo de Montesacro y la Capilla de Valvanera, situado en un alto con vistas al mar -al estilo de un mirador- frente a una plazoleta con una escalinata de acceso y que a día de hoy se utiliza como residencia de ancianos.
Y después, en un pequeño islote conocido como Isla de la Higuera, en la villa marinera San Tomé do Mar encontramos la Torre de San Sadorniño.
Bueno… lo que queda de ella, unos restos desmoronados de aquella torre levantada en la Alta Edad Media como faro y torre de vigía contra las incursiones de naves foráneas que intentaban asaltar nada más y nada menos que Santiago de Compostela remontando el Río Ulla.
Junto a la torre había una hermita, pero ni rastro de ella… lo que si podemos observar son millones millones de conchas de berberechos, almejas y navajas…
No hay que perderse la minúscula Capilla de Santa Margarita, que…. “un pouco máis e non colle o Cristo dentro…”
Y después de dar unas vueltas por el centro…
Llegamos al Pazo y Plaza de Armas de Fefiñáns, también conocido como el Palacio de Figueroa (del S. XVI, aunque no se culminó su obra hasta el XVII). Lo que más llama la atención de los visitantes son sus dos amplios balcones circulares situados a ambos extremos del palacio, la torre del homenaje y un arco-puente de traza barroca en el ala norte del edificio. ¿Cómo permiten aparcar en esa plaza?
Pequeña paradita en la Iglesia de San Benito -aunque me gusta más la de Lérez, ¡la mía!- en la que destacan sus campanarios barrocos y su interior gótico, con una llamativa bóbeda principal.
Y después de pasar por la Casa de Ramón Cabanillas (Poeta da Raza) dejamos un par de céntimos en las paredes de “A Casa da Leña”, una jamonería tapería muy “enxebre”…
… en la que no faltaron unos chipirones como aperitivo antes de la comida.
A la vuelta, saliendo del pueblo, debe uno pararse a contemplar las Ruinas de Santa Mariña, situadas en las proximidades del monte de A Pastora, en las inmediaciones de un atiguo castro, y que se elevan sobre cimientos románicos del S. XII.
Un estilo denominado gótico marinero, cuyos restos fueron declarados Monumento Nacional en 1943, ricamente ornamentados con bolas sobre los arcos.
No cabe duda de que los que allí descansan están literalmente “enterraos”. Como decía Álvaro Cunqueiro: el más melancólico camposanto del mundo.
Que conste que me parece un poco pronto para ir buscando una residencia de ancianos. Aunque bueno, nunca está de más ser previsor 😉
Eso sí, me ha parecido ver muchas cruces en el resto de fotos y ya me ha parecido demasiado. Así que he dejado de ojear. Prefiero quedarme con ¡los chipirones!