Quedó fino el coche -sobre todo las ruedas- después de varios kilómetros por una pista forestal que se suponía “en buen estado”, pero finalmente lo conseguimos y llegamos a Guazalamanco. Una pena fue que ¡en pleno festivo! el Jardín Botánico del Hornico estuviese cerrado, así que… aunque prometía bastante, no pudimos verlo.
Después de la última y empinadísima subida llegamos al mirador, en el que se disfruta de unas vistas espléndidas, tanto hacia el Embalse de la Bolera…
…como hacia el Puente Nuevo de el El Molinillo. ¡Vaya desnivel!
Y allí empezó el largo viaje subiendo el arroyo, que nos mostró multitud de atractivos saltos de agua a pesar de no llevar mucho caudal, debido a la época en la que nos encontramos. ¡El tiempo fue estupendo! Aunque me impresionó más el Nacimiento del Río Cuervo en Cuenca.
Cuanto más avanzabas, más kilómetros habría de regreso, así que había que dosificar fuerzas… ¡Menudas agujetas! Aunque nada comparable a las que tengo ahora que estoy en Madrid, pero ya os contaré más adelante de qué son, que tiene su gracia… no estar en forma se paga caro, y tecleando en el portatil todo el día no es condición suficiente para tener un cuerpo Danone -veremos qué me dicen en Corporación Dermoestética ;-)-
¿Tendrán que ver tus agujetas con la práctica del mismo deporte que el embalse que mencionas al principio?
Ya sabemos vuestra predilección por los ambientes conquenses pero el agua cristalina del Arroyo de Guazalamanco agrada enormemente a mis ojos.